jueves, 19 de junio de 2008

Incapacitada

Era sangre de su sangre y carne de su carne; tan pequeña, tan dependiente de otros y ella sabia que no estaba en condiciones para darle los cuidados necesarios.
Las facciones y tez de la pequeña le recordaban a los asaltantes que encontró en una esquina. Volvía a revivir los insultos, los golpes y con mucho esfuerzo bloqueaba el resto para no hundirse en la desesperación. Una mano le apretaba la boca del estómago y sollozante comenzaba a temblar incontrolablemente.
Su madre y su hermana se habían turnado para cuidar a la pequeña, pero hacia unos días que tuvieron que reanudar su vida y ahora ella se encontraba sola con la recién nacida. Se repetía que la pequeña era inocente de toda culpa, que su corazoncito había palpitado dentro de su cuerpo.
Se prometió que mañana la atendería; hoy no, hoy como ayer no podía hacerlo. Cerró la puerta para no escuchar el llanto y se metió en la ducha. Estuvo mucho tiempo como acostumbraba desde aquel día del asalto. Deseaba que el agua se llevara sus recuerdos. Tomó unas pastillas para ayudarla a dormir a pesar del lloriqueo. La precaución ya no era necesaria, el llanto cesó para siempre.



Maria Fischinger@ 2008 - Chicago

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