domingo, 27 de abril de 2008

Violeta

-Lolita, Lolita despierta que el Niño Jesús te dejo un regalo.
Al abrir los ojos vi a mi hermana Isabel que me enseñaba un paquete que estaba a los pies de mi cama. Rompí la envoltura dejando al descubierto una caja amarilla que contenía una bella muñeca dormilona. Con ella bajo el brazo seguí a Isabel hasta el comedor chico donde el resto de la familia ya estaba desayunando. Todos hablaban de sus regalos. Mi hermana Teresa también había recibido una muñeca y después de desayunar las dos fuimos a jugar a la farola o solario y allí bautizamos a nuestras muñecas. A la mía la bautice con el nombre de Violeta.

Violeta se convirtió en la companera inseparable de mis juegos. La biblioteca de mi padre ejercía una gran atracción sobre mi, por lo que la visitaba todos los días. La oficina y la sala de espera del despacho de mi padre estaba debajo de la biblioteca. Una mañana soleada con Violeta en los brazos, me dirigía a la biblioteca. En la sala de espera estaba una joven mujer con una niña casi de mi edad. La niña al ver a mi Violeta comenzó a pedir a su madre que le comprara una muñeca igual. Los ojos de la madre se llenaron de lágrimas al tratar de explicarle que no tenia los medios para hacerlo.
La niña le recordó que el niño Jesús no le había traído ningún regalo. Note la angustia de la madre y salí corriendo de la sala de espera y no pare hasta llegar al solario donde me puse a jugar con Violeta.

-Lolita, Lolita, escuche la voz de mi padre, ven quiero enseñarte algo muy bello y especial, el poder hacer feliz a los demás. Al estar cerca de mi puso una rodilla en el suelo y pude verme reflejada en sus ojos azules.
-¿Viste a la niña que esta con su madre en mi oficina? Ella quiere una muñeca como la tuya y su madre no puede comprársela.

Con un nudo en la garganta le di mi mano y por última vez cruce con Violeta el comedor grande y el primer patio hasta llegar a la sala de espera donde encontré la otra niña y le entregue a mi amada Violeta. La madre me abrazo mientras su hija abrazaba a mi Violeta.


Maria Fischinger@ Chicago

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